La muerte es parte de nuestra naturaleza humana, pero con la fuerza del Espíritu comprendemos también su condición sobrenatural.
Los enfermos y los afligidos por diversos sufrimientos, siéntanse fortalecidos con la fuerza y el poder de Dios, que obra en todo y disipa nuestras tinieblas con la luz de su Palabra, Cristo, el Señor. El acompaña a la Iglesia y la invita a una renovación constante, en cada uno de sus hijos, mientras peregrina en medios de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios. Con Él, puede superar con paciencia y amor, toda adversidad y lucha constante por avanzar en el camino de la gracia, en que Dios se adelanta a su encuentro en su auxilio, y le sostiene con su mano misericordiosa.
Desde su expulsión del paraíso el hombre ha sido presa del dolor, ya sea físico o mental, como una secuela del pecado, que fue un acto de desobediencia al Creador y Señor del universo. Desde siempre el ser humano ha entablado en vano una lucha denotada para extirpar este mal que le quita calidad a su vida y a veces lo humilla y lo doblega hasta la postración.
Los enfermos y los afligidos por diversos sufrimientos, siéntanse fortalecidos con la fuerza y el poder de Dios, que obra en todo y disipa nuestras tinieblas con la luz de su Palabra, Cristo, el Señor. El acompaña a la Iglesia y la invita a una renovación constante, en cada uno de sus hijos, mientras peregrina en medios de las persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios. Con Él, puede superar con paciencia y amor, toda adversidad y lucha constante por avanzar en el camino de la gracia, en que Dios se adelanta a su encuentro en su auxilio, y le sostiene con su mano misericordiosa.
El Espíritu Santo habita en la Iglesia y en el corazón de cada hombre y mujer creyente como en un templo, cuyo interior encuentra dispuesto, le santifica con su presencia y le enriquece con toda una gama de dones exquisitos, que por los méritos de Jesucristo nos han sido heredados, pues nos ha dado a conocer al Padre llamándonos hermanos, y nos regala al Espíritu Santo haciéndonos partícipes de su cuerpo místico y de su misión a favor de toda la creación.
La Espiritualidad de nuestra Congregación, "Hijas del Sagrado Corazón de Jesús", tiene como fuente por excelencia el Corazón de Jesús, símbolo del amor. Por tanto, nuestra vida espiritual debe estar animada por el amor, basada en la fe, nutrida en la Eucaristía y en su Palabra, que nos impulse a amar a nuestros hermanos.
S.S. Benedicto XVI, nos dejó la invitación a no dejarnos llevar por la mentalidad utilitarista, que deja en injusta desventaja a los más débiles y deshumaniza el corazón del Hombre hasta el sinsentido de la propia existencia. Somos cada uno un Ser humano, hijo de Dios y guardián de nuestros hermanos.
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